lunes, 27 de octubre de 2008

Manifiesto Luisje de Teatro Blanco

Quizás sea una utopía, pero mi visión de teatro, mi teatro, estará dirigido a las gentes de los pueblos, a las gentes que aún cogen moras en los caminos y beben agua de los ríos, esa gente que aún habita la maravilla de la tierra, que la besa con sus arados, con sus pies casi desnudos, ante grandes superpotencias que van invadiendo la tierra con sus zarpas con cara de dólar, y cuando digo pueblos, no me refiero a pueblos preparados para hacer más rico y más perpetuo el capitalismo. Mi teatro va con la intención clara de dar motivos a la gente para que regrese a los pueblos, para volver a hacerlos habitables, y creo que el arte tiene gran culpa de ello, los museos, el teatro, los cines, todo arte se ha encerrado en el capitalismo de las ciudades, dejando morir poco a poco a los pueblos, sus gentes, sus costumbres, sus quehaceres cotidianos. Pueblos que mueren entre piedras y polvo, con su historias y leyendas, pueblos habitados por abuelitos que les queda poco para el último suspiro y mientras la tierra grita, gime, desfallece, entre humos de fábricas, gente fría, cada vez más distante y separada de lo espiritual, de la tierra. Construir escuelas de teatro para gentes de los pueblos, y para la gente de fuera que quiera venirse a vivir al pueblo, al menos por una temporada; me imagino una huerta convertida en auténtica universidad popular teatral, de la que salieran grupos ilusionados. Volver al huerto y abandonar el supermercado, construir museos con las costumbres de cada pueblo, con arte, utilizar el cine como un medio más, como un motivo más, para motivar a la gente joven a quedarse, a hacer sobrevivir al pueblo, a los pueblos que blancos abran sus puertas al arte. Ya en algunos pueblos, y hablaré del caso que más conozco, Cazorla, el cual tiene un gran festival y durante ese festival sus calles se llenan de turistas, de gente en busca de teatro, para luego abandonarlas entre el polvo que dejan sus caballos de hierro al marcharse. Mi idea no es solo un festival de teatro, sino una continuación de teatro, de arte, para que el pueblo no viva durante una semana sino durante mucho más. Resucitar a los pueblos. Decía Lorca en su Lagarto Viejo: “ya está el campo sin gente, los montes apagados y el camino desierto”. Desempolvaré el camino con mi carro, enceré el monte con nuestras voces, llenaré el campo por medio del arte.
Mi Yerma irá dirigida a esa gente, a la gente humilde de los pueblos, a la gente aún preocupada por hacer el pan para el día siguiente, esa gente sentada en sillas de anea y no en sillas de plástico, el pueblo de alpargatas y no de botines limpios y relucientes que salen a la calle como autómatas. Y no por ello quiere decir que mi Yerma sea menos culta, menos respetuosa, de menor valor, que otra preparada para burgueses y estudiantes de papa que suelen llenar un teatro, esos teatros que se llenan de cientos de ojos castrados imposibilitados por sí mismos, desensibilizados. Quemaré las sillas de plástico entre ideas capitalistas de las grandes ciudades, y volveré a besar la tierra que tanto nos da, volveré a mamar de las fuentes pobres, humildes, de aquellos pueblos donde las arrugas son signos de sabiduría y no de falta de cirugía. Volveré a revolucionar el motor de mis pasos por el monte, con flores y mil razones para ser feliz. Mi Yerma olerá a tierra, a raíz, a poesía, a pureza, a belleza, y tampoco quiero decir con esto que aunque el público sea público de faja, no se vaya a conmover, a agitar, a sentirse incomodo en su silla, a comentar la obra al salir o al llegar a casa.

LUISJE MOYANO
- “Amo a la tierra. Me siento ligado a ella en todas mis emociones. Mis más lejanos recuerdos de niño tienen sabor de tierra. La tierra, el campo, han hecho grandes cosas en mi vida. Los bichos de la tierra, los animales, las gentes campesinas, tienen sugestiones que llegan a muy pocos. Yo las capto ahora con el mismo espíritu de mis años infantiles. De lo contrario, no habría podido escribir Bodas de Sangre o Yerma. Mis primeras emociones están ligadas a la tierra y a los trabajos del campo. Por eso hay en mi vida un complejo agrario”.

FEDERICO GARCÍA LORCA.